“Un Nuevo Comienzo: Mi Camino de Fe y Formación en el Seminario Concordia El Reformador”
Mi llegada al Seminario Concordia El Reformador marcó el inicio de una etapa trascendental en mi vida y la de mi familia.
Después de aproximadamente diez años en la fe luterana, el llamado al ministerio se hizo cada vez más claro, y con el apoyo del seminario, de mi congregación Cordero de Dios en Talca, de la Iglesia Luterana Confesional de Chile y del Seminario, tuve la oportunidad de dar este paso significativo en mi formación teológica.
Desde el 28 de septiembre de 2024, cuando llegamos a República Dominicana, mi esposa Macarena, nuestros hijos Dante, Trinidad e Isabel y yo hemos vivido una experiencia de transformación, adaptación y crecimiento. La transición a una nueva cultura y país no estuvo exenta de desafíos, pero la calidez de la comunidad del seminario y la iglesia local nos permitió sentirnos acogidos desde el primer momento. En este proceso, la Iglesia Luterana Confesional de Chile ha jugado un papel fundamental, no solo brindándonos apoyo espiritual y fraterno, sino también ayudándonos en nuestra adaptación y animándonos a mantenernos firmes en nuestra vocación.
El primer año en el seminario ha sido una etapa de profunda reflexión y aprendizaje. A lo largo del primer semestre, he sido bendecido con profesores dedicados y compañeros comprometidos, quienes han enriquecido mi comprensión de la doctrina luterana y el ministerio pastoral. Cada clase, devocional y conversación ha contribuido a fortalecer mi fe y mi vocación. En este camino, ha sido fundamental recordar la importancia de ser un luterano confesional, de sostener con firmeza las enseñanzas de la Escritura y las Confesiones Luteranas, y de proclamar la verdad con fidelidad y amor.
El estudio teológico ha sido exigente, pero enormemente gratificante. He podido profundizar en las Escrituras, la teología confesional y la práctica pastoral, lo que ha reforzado mi convicción sobre la importancia de un ministerio bien preparado y fundamentado en la Palabra de Dios. La vida comunitaria en el seminario ha sido una fuente constante de apoyo y aliento, tanto en lo espiritual como en lo familiar. En medio de todos los estudios y desafíos, he aprendido que Cristo siempre debe estar en el centro, que nuestro ministerio y vida deben girar en torno a Su obra redentora y a la proclamación del Evangelio puro y sin adulteraciones.
A medida que avanza este proceso formativo, estoy agradecido por la oportunidad de servir y prepararme para el ministerio. Confío en que Dios continuará guiando mis pasos y los de mi familia en esta vocación, y oro para que mi formación en el seminario sea de bendición para la iglesia y aquellos a quienes serviré en el futuro.
Que el Señor me conceda ser un fiel servidor de Su Palabra, sosteniendo siempre la confesión pura de la fe luterana y manteniendo a Cristo en el centro de todo.
Francisco Orostegui – Seminarista







