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Mi testimonio de incorporación a la Iglesia Luterana

Mi nombre es Raúl Cortés. Estoy casado con Gicella Valdivia y soy padre de tres hijos: Trinidad (6 años), Pablo (3 años) y Constanza (10 meses). Durante varios años formé parte de una iglesia bautista confesional, en la cual me congregué desde el año 2016 en la ciudad de La Serena.

A mediados del 2022 y hasta fines del 2023 estuve en un proceso de profunda reflexión sobre el tema sacramental. Este proceso se intensificó en octubre de 2023, cuando mi hijo Pablo sufrió una neumonía multifocal bastante complicada. Aquello me movió a buscar con mayor empeño la verdad sobre estas materias, hasta que, por la gracia de Dios, encontré que la postura luterana era la que mejor se ajustaba a las Escrituras y a la historia de la Iglesia.

En enero de 2024 pedí ayuda a un hermano luterano de Argentina, quien amablemente hizo las gestiones para dar con el contacto del Pastor Omar Kinas. El 25 de enero de 2024 me puse en contacto con él y coordinamos una llamada para el día 26 de enero de 2024. La disposición del Pastor Omar fue total e inmediata; fraternal y solícitamente me envió el Catecismo Menor de Lutero con explicaciones (que hasta hoy uso frecuentemente), varias revistas Buenas Noticias sobre temas fundamentales de la fe cristiana y también me hizo llegar dos himnarios de regalo, uno para mí y otro para mi esposa Gicella. Desde aquel primer gesto percibí una preocupación auténtica y un espíritu de servicio sincero, que con el tiempo confirmé en cada uno de los pastores luteranos que fui conociendo. En ellos descubrí un reflejo vivo del amor de Cristo, ese amor que se entrega sin esperar nada a cambio. Fue imposible no recordar las palabras del Señor en el Evangelio de San Mateo: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”. Sin duda será grande su recompensa en el día final.

El 28 de enero de 2024 comenzamos formalmente la catequesis. Aún recuerdo las palabras con las que el Pastor Omar inició: “Después de las clases, es imposible salir igual que cuando comenzamos”. Y efectivamente así fue. Las enseñanzas del catecismo se convirtieron en mi pan cotidiano: los Mandamientos, el Credo, el Padrenuestro y los Sacramentos fueron reflexiones que alimentaron y aún siguen alimentando mi alma.

Durante un año y medio, hasta el 7 de julio de 2025, recorrimos este hermoso camino. En ese tiempo tuve también la bendición de conocer al entonces Rev. Juan Pablo, al Rev. Marcelo Rivas y al Rev. Kevin Orihuela, quienes siempre se mostraron cercanos y atentos a mi situación aquí en La Serena.

Al concluir nuestra última reunión, el Obispo Omar me dio una noticia por la cual estaba orando mucho. Había decidido dar inicio a la Misión en La Serena, junto con la organización de los bautismos de mis tres hijos y mi confirmación en la Iglesia Luterana. Sentí que mis oraciones recibían una respuesta clara y generosa de Dios. Ese día recordé estas palabras del Apocalipsis: “He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”. Y sin duda así fue, Dios había abierto una puerta para esta ciudad de La Serena.

De inmediato se iniciaron los preparativos para organizar el primer servicio divino para el domingo 31 de agosto de 2025. Los pastores llegaron a La Serena el día 29, y por fin los pude conocer personalmente el día 30 de agosto. Ese día visitamos el lugar que, por la gracia de Dios, se nos habilitó en el Liceo Gabriela Mistral en el centro de la ciudad. Compartimos un almuerzo en casa de mis padres y realizamos una visita pastoral a una tía mía enferma de cáncer, ocasión en la que pude ver de cerca la preparación y la entrega pastoral para llevar consuelo con la Palabra del Evangelio.

Finalmente, el domingo 31 de agosto llegó el gran día. Mis tres hijos recibieron el Santo Bautismo, yo fui confirmado y pude participar del Sacramento del Altar. No podía estar más feliz. Fue especialmente significativo escuchar el Canto de Simeón al final del servicio: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación” (Lucas 2:29–30).

El Señor ha sido bueno y lo seguirá siendo. Esta obra apenas comienza y queda mucho por hacer, pero confío en que “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).

Toda la gloria sea para Dios.

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