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La Epifanía como la otra Navidad

La Epifanía: es para los gentiles, aquellos que una vez no fueron el pueblo de Dios, pero que ahora, por la gracia de Dios en Cristo, han llegado a ser el pueblo de Dios.

La Epifanía es una extensión de la Navidad, una especie de Navidad 2.0. Su lugar destacado después de la narración de la natividad en el Evangelio de Mateo la presenta como la “otra Navidad”, la “Navidad de los gentiles”. En la primera Navidad encontramos a un bebé envuelto en un pesebre visitado por pastores del campo convocados por ángeles. En la “otra Navidad” encontramos a un niño pequeño a los pies de su madre en una casa visitada por los “Magos”, unos reyes magos de Oriente guiados por una estrella. Se anunció a Israel la primera Navidad, el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham; la segunda Navidad fue para el mundo, las naciones, los gentiles, el cumplimiento de la promesa de Dios a Adán.

“Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento”, dijo Dios a través de Isaías (Isaías 60:3).

La epifanía

En Griego, la palabra “epifanía” significa “aparición” y en la antigüedad se usaba generalmente para referirse a la aparición de un dios o un gran rey. El teólogo luterano Charles Cortright señala que algunos reyes se creían dioses. Por ejemplo, Antíoco IV, un antiguo rey sirio, tomó el nombre de “Epífanes” después de derrotar a los egipcios para proclamar su destreza divina. Pero su mortalidad pronto quedó expuesta cuando la revuelta macabea en Jerusalén evidenció sus vulnerabilidades demasiado humanas. No obstante, hubo profecías bíblicas divinamente inspiradas y mitologías paganas imaginativas que generaron expectativas de una aparición milagrosa de un Dios-rey.

Los Magos habían llegado desde Oriente a Jerusalén guiados por una estrella. Probablemente eran astrólogos de la corte persa, observadores de estrellas, que habrían mirado las estrellas en el cielo en busca de señales, portentos e información. Debido al exilio de los judíos en Babilonia (también conocido como la diáspora), las profecías de las Escrituras hebreas también les habrían informado acerca de una “aparición” extraordinaria. Los magos vieron lo que parecía ser una estrella que anunciaba el nacimiento de un rey poderoso que se correlacionaba con Isaías 7:14, Salmo 8 y Ezequiel 34. Los pastores de Belén escucharon el anuncio del nacimiento de un ángel acompañado por un coro celestial. Los persas recibieron el anuncio del nacimiento en su propio idioma, por así decirlo, y de esta manera anticipan Pentecostés y la nueva versión de la alienación de Babel.

El gran cambio

¡Hay un cambio interesante aquí! Siglos antes, los judíos se habían exiliado en Oriente, es decir, en Babilonia. Y ahora el Oriente llega a Judá: los observadores de estrellas buscan al rey niño cuya estrella natal habían visto. Van al palacio de Herodes en Jerusalén, obviamente el lugar adecuado para preguntar sobre un nacimiento real en Judá. Herodes era el rey, así que probablemente sea su hijo a quien la estrella estaba señalando, ¿correcto?

“Los persas recibieron el anuncio del nacimiento en su propio idioma, por así decirlo, y de esta manera anticipan Pentecostés y la reversión de la alienación de Babel.”

Incorrecto. Los sabios se encontraron con el rey del hombre; la estrella señalaba al Rey de Dios. El rey del hombre vive en palacios, en ciudades capitales, en la grandeza. El Rey de Dios vive en una casa humilde, en un pueblo corriente, en pobreza y humildad. El rey del hombre cree que es un dios. El rey de Dios se hace hombre. El rey del hombre ejerce su poder para controlar a quienes están bajo su mando. El rey de Dios ejerce su poder en debilidad para salvar a los que están en su reino, un reino formado por corazones creyentes.

“El rey del hombre vive en palacios, en ciudades capitales, en la grandeza. El Rey de Dios vive en una casa humilde, en un pueblo corriente, en pobreza y humildad. El rey del hombre cree que es un dios. El rey de Dios se hace hombre.”

La segunda Navidad, la Navidad de los gentiles, nos recuerda el camino oculto de Dios, el de No Nuestros Pensamientos, No Nuestros Caminos. El suyo no es el camino del poder y la fortaleza, ni el camino de la política y los palacios, sino el camino de la pobreza, la mansedumbre, la humildad y la fuerza ejercida en la debilidad; el camino donde el trono y la cruz se funden en uno.

La estrella llevó a los Magos a Jerusalén y a la corte de Herodes, pero fueron las Escrituras proféticas las que los llevaron a Belén. “¿Dónde está el que ha nacido Rey de los judíos?” Los consejeros de Herodes tuvieron que buscarlo. Herodes reunió a todos los sacerdotes, eruditos religiosos y abogados de la Torá y les preguntó dónde nacería el Rey. Y desenrollaron el rollo del Libro de los Doce Profetas (más breves) para encontrar la respuesta. Y ahí estaba en el profeta Miqueas: en la pequeña Belén, considerada como “la más pequeña de todos los gobernantes de Judá” (Miqueas 5:2; cf. Mateo 2:6).

No nuestros caminos

Belén: el nombre significa “casa del pan”. Fue el lugar de nacimiento del rey David y el lugar de enterramiento de su madre Raquel. Una pequeña ciudad de último momento en las afueras de Jerusalén donde estaba el verdadero “poder”. Pero nuevamente, Dios elige a los humildes y mansos para avergonzar a los poderosos y sabios; Sus caminos no son nuestros caminos ni Sus pensamientos nuestros pensamientos; Sus caminos y pensamientos subvierten los caminos del hombre con una resaca que arrastra a los altos y poderosos de sus tronos y humilla a los orgullosos en su vanidad. “Oh pequeña ciudad de Belén”. Oh casita del pan. Belén, panera de Judá donde el Pan vivo del cielo vino a nacer de su Madre Virgen. Y aquí encontraremos otra correlación entre Navidad y Epifanía: en Navidad, aquel que es Pan de Vida, precisamente, cuya vida está envuelta en “pan” (cf. “el pan que yo daré para la vida del mundo es mi carne” (Juan 6:51), es encontrado por todos los creyentes en un pesebre –un comedero, que evoca la patena eucarística– que se presenta a sí mismo como maná del cielo.

“Oh pequeña ciudad de Belén”. Oh casita del pan. Belén, la panera de Judá donde el Pan vivo del cielo vino a nacer de su Madre Virgen.

Entonces, los Magos van a Belén, instados por el pretendiente real Herodes, un idumeo (¡edomita!), que quiere eliminar esta amenaza a su trono, y la estrella aparece nuevamente en el cielo, un GPS celestial, brindándoles grandes alegrías, porque ¿de qué otra manera sabrían ellos adónde ir? Y los guió hasta la misma casa donde estaba el Niño. No más pesebre para este pequeño; con su Virgen Madre y San José, se aloja con unos parientes en una “casa”, ya que su familia davídica es originaria de Belén. A los persas les llegan dones proféticos de los que Isaías había hablado siglos antes: “Multitud de camellos os cubrirá, los camellos jóvenes de Madián y de Efa; todos los de Sabá vendrán. Traerán oro e incienso, y traerán buenas nuevas, alabanzas al Señor” (Isaías 60:6).

Adoración y ofrenda

Aún más inusual, estos extraños del este inmediatamente se inclinan con la frente apoyada en el suelo tan pronto como ven al Niño. Rinden homenaje con regalos simbólicos, incluso proféticos, cada uno de los cuales tiene un significado mucho más allá de su valor material: oro, incienso y mirra. Sí, obsequios costosos, pero obsequios que hablan de divinidad, realeza, sacrificio y entierro. Regalos que presagian el propósito para el cual ha aparecido, como proclama el título de su crucifixión: “Este es Jesús de Nazaret, Rey de los judíos”. ¡Sería el Ungido quien “es el sacrificio expiatorio por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino también por los de todo el mundo” al que los Magos Gentiles adoran como Dios, porque Dios Él es! De hecho, este es Emanuel: Dios con nosotros (Mateo 1:23).

Los reyes antiguos se imaginaban a sí mismos como dioses con el fin de engrandecerse y promulgar el miedo. Pero este pequeño Rey verdaderamente es Dios encarnado, el Hijo eterno, el Salvador, el Hijo de David y, por tanto, el Rey legítimo del mundo. Su epifanía a los gentiles es la humildad y la promulgación de shalom: paz, buena voluntad hacia los hombres. Lo que vieron los reyes magos fue un niño pequeño, de aproximadamente un año de edad, jugando a los pies de su Virgen Madre; nada que suscite gran asombro en lo que respecta a los ojos humanos. Pero creyeron en la Palabra profética y en la señal de la estrella, y con los ojos de la fe vieron y adoraron al Rey de reyes y le ofrecieron sus dones en medio de una gran ironía, porque Éste es el gran regalo de Dios: “Porque Dios Tanto amó al mundo que dio a su Hijo unigénito” (Juan 3:16).

“Su epifanía a los gentiles es la humildad y la promulgación de shalom: paz, buena voluntad hacia los hombres.”

Entonces, con la Epifanía, Dios convierte a aquellos que alguna vez fueron fuera del pacto ahora en miembros, como lo expresó Charles Cortright en uno de sus sermones. Aquellos que estaban fuera de Israel, ahora están en la presencia del Rey eterno y más grande de Israel, el Hijo prometido de David. Este es ese gran “misterio” sobre el cual el apóstol Pablo escribió en Efesios, cómo los gentiles ahora son coherederos con Israel de la promesa de salvación en Cristo. La primera Navidad fue para los judíos, los circuncidados, los israelitas, los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. Pero esta Navidad—Epifanía—es para los gentiles, aquellos que una vez no fueron el pueblo de Dios, pero que ahora, por la gracia de Dios en Cristo, han llegado a ser el pueblo de Dios. La Epifanía es Navidad para ti y para todos los que están lejos, incluso tan simbólicamente lejos como Persia y tan fuertemente extranjeros como los Reyes Magos.

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Acerca del autor: John Bombaro

Rev. John J. Bombaro, Doctorado (King’s College, Universidad de Londres), es misionero del Sínodo de la Iglesia Luterana de Missouri y se desempeña como Subdirector de Educación Teológica en la Academia Luterana, Riga, Letonia.

Nota: El artículo fue publicado en TheLutheranWitness en 2022 y en 1517.orgen 2024. Links: https://witness.lcms.org/2022/epiphany-the-other-christmas.

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Traducción Epifanía 06-I-2024: Pastor Marcelo Rivas Flies. Viña del Mar, Chile.

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