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Dios crea, el diablo destruye

1 de noviembre de 2023 / Artículo impreso / Por Peter Scaer / Aborto, Vida , Peter Scaer por Peter Scaer

El aborto es realmente trágico, un engaño mortal y desgarrador. Ningún vínculo es más sagrado y más profundo que el de una madre y su hijo. El viaje de la vida comienza en el útero, dado por Dios como un espacio seguro, un lugar de refugio, donde hay calidez y cuidado. El cordón umbilical es un salvavidas de carácter milagroso, a través del cual fluyen el oxígeno y los nutrientes necesarios. Este cordón umbilical ofrece una imagen de lo que fundamentalmente contribuye a una buena vida: no la autonomía y la autoexpresión, sino que la dependencia y la interdependencia de los demás.

El caso Roe contra Wade1ha sido anulado y nos alegramos. Sin embargo, el aborto todavía está entre nosotros. Esto se debe a que necesitamos un cambio de opinión. Se nos dice que seamos todo lo que podamos ser, que alcancemos las estrellas. Los padres quieren que sus hijos sean felices y exitosos en las cosas más valoradas por el mundo. Muchos jóvenes buscan experiencias de vida, que pueden incluir viajes a lugares exóticos, tal vez una caminata por el Himalaya, una visita a las pirámides de Egipto o, una visita a los 50 estados de EE.UU. Nuestro mundo actual está más preocupado por la realización personal y la autoexpresión.

Satanás, el padre de todas las mentiras, ha engañado a nuestra cultura, haciendo que esta se centre en nuestra propia realización y autoexpresión. Consideremos cómo nuestra cultura caída nos anima a pensar en los niños como obstáculos, en el embarazo como una condición médica y en el aborto como atención médica. El aborto se ha convertido en una emancipación que permite a la mujer perseguir sus sueños. A Margaret Sanger, fundadora de Planned Parenthood, le gustaba decir: “Ninguna mujer puede considerarse libre si no posee ni controla su propio cuerpo”.

El niño que vive en el útero tiene un cuerpo propio. Y, sin embargo, la cultura del aborto trata a los niños como prescindibles, lo que nos lleva a pensar que nuestro propio valor depende de si encajamos o no en los planes de los demás. Quienes defienden el aborto deben deshumanizar a los niños pequeños, llamándolos incluso parásitos e intrusos. Tratan a los niños como cosas que inhiben nuestra autonomía corporal y personal.

Pero la idea de autonomía corporal es engañosa. No somos nuestros. Pertenecemos a Dios que nos creó, a Cristo que nos redimió y vendrá un día para ser nuestro juez. También nos pertenecemos unos a otros, un marido a una esposa, una esposa a un marido, hijos a mamá y papá. La experiencia del útero nos da una idea de esta realidad. Dependemos unos de otros y estamos hechos el uno para el otro. Nos parecemos más a bebés no nacidos y recién nacidos de lo que nos gustaría pensar, y dependemos de otros para vivir. Una enfermedad o dolencia, o incluso el proceso de envejecimiento, revela cuánto dependemos de los demás. Incluso ahora, dependemos de otros para tantas cosas.

Ésta es en parte la razón por la que la ruptura de una familia es dolorosa. Cuando un niño se escapa de casa, no tiene idea de lo que deja atrás. El padre que abandona a sus hijos se pierde la alegría de servir a los demás.

Lo físico y lo espiritual se cruzan y se superponen. Un niño vive sus primeros nueve meses en el cuerpo de su madre. Los cristianos también viven en el Cuerpo de Cristo. Dios también nos creó para la comunión; esto sucede primero cuando el niño está en casa en el útero de su madre. Cuando nos reunimos como cristianos, venimos como bautizados en el Cuerpo de Cristo, completamente dependientes de Él para nuestra vida física y eterna. El servicio religioso culmina con la Sagrada Comunión, una inmersión en la vida del Dios que nos ama: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La obra de Satanás es dividir y separar, destruir y deshacer. Dios crea; el diablo destruye. Satanás busca separarnos de Dios, poner a Adán en contra de Eva, a Caín en contra de Abel e incluso ahora a una madre en contra de su hijo. Satanás imagina la rebelión contra la ley de Dios como libertad, pero su camino conduce a la soledad, la desesperación y el aislamiento.

La verdadera libertad viene en Cristo, quien nos rescata del aislamiento y la muerte para llevarnos a una vida de familia y amistad, a la dependencia y al servicio. Las relaciones humanas nos dan una idea de las cosas eternas. En el matrimonio vemos el amor de Cristo por su iglesia. Los buenos padres nos dan una imagen, aunque imperfecta, de nuestro Padre celestial. Y a medida que nuestras familias espirituales se reúnen, somos atraídos a la Cena del Señor, la reunión familiar que no tiene fin y no conocerá dolores.

El aborto no es simplemente una cuestión ética, como el juego o fumar o no fumar. El aborto tampoco es sólo una cuestión de ley. Recuerde, el amor es el cumplimiento de la ley. Vistos en Cristo, los Diez Mandamientos nos representan un camino mejor: el camino de las relaciones. En Cristo, los Diez Mandamientos nos muestran un mundo en el que los padres aman a sus hijos y los hijos honran a sus padres, un mundo donde el matrimonio une al hombre y a la mujer con sus hijos, creando una maravillosa red de primos y abuelos, tías y tíos. Es decir, Dios sabía que no era bueno que el hombre fuera autónomo o estuviera solo.

La división del pecado es profunda, pero ningún pecado es imperdonable. Cristo murió tanto por Caín como por Abel, por Urías y David, por San Pablo que exhaló amenazas asesinas. No tenemos necesidad de justificarnos. De todos modos, no funcionaría. En nuestras reuniones semanales, oramos y recibimos el perdón de Dios. Luego trabajamos juntos por el bien de los demás, especialmente de los más pequeños. Y al hacerlo, nos volvemos más humanos, más parecidos a Cristo, que es la visión de la nueva forma de vida a la que Él nos invita y por la que pagó el precio máximo.

El egoísmo termina en miseria, mientras que el amor se regocija en estar unidos el uno al otro. El pecado nos deja encadenados, pero el amor es un vínculo bendito. Todo aborto termina en la muerte, en la rotura de un cordón umbilical, en la ruptura de los lazos que nos unen. Pero la verdadera alegría se encuentra en el compromiso mutuo, en las dificultades por el bien de los demás.

La vida nunca ha sido una cuestión de autoexpresión, como si fuéramos las estrellas de nuestros propios reality shows. Nuestro Padre, nos muestra un camino mejor, entregando a Su Hijo para que Él pueda salvarnos del aislamiento de nuestro orgullo y egocentrismo. No podemos permanecer en silencio. Confiamos en nuestro Señor Jesús, quien fue concebido por obra del Espíritu Santo y habitó en el vientre de María. Con nuestros labios defendemos a todos los que aún no pueden hablar por sí mismos. Y en esto somos verdaderamente humanos, actuando a imagen de Cristo que vino a salvar a los niños, que incluso nos salvó a nosotros mismos.

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1El caso Roe contra Wade, fue el litigio judicial ocurrido en 1973 en el que Corte Suprema de los Estados Unidos dictaminó que la Constitución de Estados Unidos protege la libertad de una mujer embarazada para elegir abortar sin excesivas restricciones gubernamentales.

Sobre el Autor: El reverendo Dr. Peter Scaer es presidente y profesor de teología exegética en el Seminario Teológico Concordia, Fort Wayne.

Fuente: The Lutheran Witness. Link: https://witness.lcms.org/2023/god-creates-the-devil- destroys/?fbclid=IwAR2vNd2EoY2Dlu1CqqscwD9ei3zqqT6p5013CYK1qB0ixJ-nRdvF61Tu7Dg

Traducción:06-Noviembre-2023, Rev. J. Marcelo Rivas Flies, pastor de la Iglesia Luterana Confesional de Chile, Congregación Cristo Redentor (Viña del Mar-Chile).

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