Adviento: Esperamos al Señor que Viene

El tiempo de Adviento es un regalo de Dios para su Iglesia. No es sólo una costumbre, sino un llamado a preparar nuestros corazones para la venida de Jesucristo. Recordamos su primera venida, cuando nació en humildad en un pesebre, y esperamos también su segunda venida en gloria.
La Palabra nos dice: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). En Adviento confesamos con gozo que Dios mismo vino al mundo para salvarnos. Y también escuchamos la exhortación: “Velad, porque no sabéis el día ni la hora” (Mateo 25:13). Por eso este tiempo es de oración, arrepentimiento y esperanza.
La Corona de Adviento

Cada vela que encendemos en la corona de Adviento nos recuerda que Cristo, la Luz verdadera, se acerca. “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas” (Juan 8:12). La luz que aumenta semana tras semana nos enseña que las tinieblas retroceden ante la venida del Salvador.
La corona no es un adorno vacío, sino un signo que nos ayuda a esperar con fe y gratitud.


Los Catecúmenos
Damos gracias a Dios porque nuestros catecúmenos, que estudian el Catecismo Menor de Lutero, también tienen su corona de Adviento. Ellos aprenden que la doctrina verdadera siempre conduce a Cristo. Como dice el Catecismo: “Jesucristo es mi Señor, que me ha redimido… no con oro ni plata, sino con su santa y preciosa sangre” (Explicación del Credo, 2ª Artículo).
Al encender sus velas, los catecúmenos confiesan junto a toda la Iglesia que esperan al Salvador, y que su fe se fortalece en la Palabra y los Sacramentos.



Conclusión
Adviento es tiempo de esperanza y confesión. Esperamos al Rey que vino en humildad y que vendrá en gloria. Encendemos las velas como testimonio de la cercanía de su nacimiento y como símbolo de la luz que disipa toda oscuridad.
La Iglesia proclama con fe: “El Espíritu y la esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven… Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:17, 20).
Rev. Kevin Orihuela
